TEMPLO DE ARTEMISA
Ártemis o Artemisa era una de las diosas más importantes
del panteón griego, identificándose posteriormente con Diana en el ámbito de la
religión romana. Esta diosa era la protectora de la caza, de los
bosques y todos los elementos de la naturaleza, teniendo
también una gran vinculación con la idea de la virginidad,
de la protección de las niñas y las doncellas y de los procesos relacionados
con la salud de las mujeres. También era la divinidad principal de la ciudad de
Éfeso, que estaba situada en la actual Turquía, donde se construyó en su honor
el gran templo que se convirtió en una auténtica leyenda como una de las
maravillas del mundo.
El templo de Artemisa se construyó en un lugar en el que,
según los historiadores, se había utilizado como espacio de devoción a la diosa
tierra o madre al menos desde la Edad de Bronce. De hecho, antes de la
construcción del templo que se convertiría en digno de admiración para sus
contemporáneos, en ese mismo emplazamiento, había habido otro gran templo
dedicado a esta diosa que quedó destruido tras unas inundaciones. Se decidió
reconstruirlo con gran esplendor y, alrededor del año 550 a. C. comenzó la
construcción de un nuevo templo, considerado generalmente el primer templo
griego construido íntegramente por mármol.
Se encontraba ubicado en la ciudad de Éfeso (actual Turquía).
Originalmente data del 550 a. C. El templo fue destruido, pero por orden de Alejandro
Magno se reconstruyó a fines del siglo IV a.C.
Era un complejo de gran tamaño, donde sus distintas salas
y monumentos eran designados con letras sucesivas del abecedario. Fue incluido
por Antípatro de Sidón en la lista de maravillas del mundo antiguo. El templo
fue reconstruido una vez, pero lo que queda de él es lo que quedó después de
que un incendio provocado por un hombre llamado Eróstato lo dejara en ruinas.
El templo fue levantado por el Rey Creso en
honor a la diosa de la luna y la caza. Su diseño y localización, con una
capilla jónica que llamaba la atención a comerciantes, visitantes y religiosos,
fue ideada por un arquitecto de Cretha llamado Cherisiphron. El templo no sólo
escondía la imagen de Artemisa, sino que también había huecos para numerosas
diosas más, como una de las más conocidas; Cibeles.
El templo, cuyas medidas eran de 114m de longitud y
54m de anchura, estaba equipado con 127 columnas jónicas con una altura de 60m
cada una. Estamos ante una obra sin precedentes, donde el mármol era el
elemento predominante y donde las escenas escultóricas de alto relieve llenaban
las columnas de tambores. El interior era parecido a un museo, y además de
contar con Dioses griegos, eran habituales las estatuas de guerreros
amazónicos, pinturas en las paredes, detalles de oro y plata, etc.
No
solo su construcción en mármol, que se popularizaría
posteriormente, supuso una novedad para este templo. Sus enormes dimensiones también dejaron con la boca abierta a
sus contemporáneos: estaba compuesto por 127 columnas de orden jónico de aproximadamente
13 metros de alto. Las columnas eran el aspecto más destacado
de este templo en el que la estatua dedicada a Artemisa y el lugar de devoción
propiamente dicho ocupaba un espacio relativamente pequeño entre este auténtico
bosque de columnas que servían de pasaje que llevaba hasta ella. Según Plinio,
decenas de estas columnas estaban decoradas con relieves de distinto tipo y en
este templo se encontraban también los ricos regalos que se dejaban a la diosa,
desde monedas hasta ricas joyas, pasando por todo tipo de objetos de gran valor
en la época.
Delante de este templo, cuya fachada ya transmitía la
magnificencia que se dejaba ver en su interior, se encontraba un cuidado jardín que se relacionaba con el ámbito de
protección de esta diosa. Este templo, además, no era el único que se hallaba
en la misma zona, pues había diversos edificios a su alrededor que los
investigadores aún tratan de dilucidar. Su construcción tardó ciento veinte años en
terminarse y,
como no podía ser de otra manera dada su duración, participaron en ella varios
arquitectos, entre los que destacan Quesifronte y Metágenes. Su magnificencia
enseguida llamó la atención de sus contemporáneos y se convirtió en uno de los
grandes monumentos del mundo griego.
¿QUÉ FUE DEL TEMPLO DE ARTEMISA?
Sin embargo, en el año 356 a. C., este magnífico
templo quedó reducido a cenizas. El incendio que lo destrozó no fue accidental. Al
parecer, un hombre llamado Eróstrato lo incendió para conseguir fama inmortal.
Ciertamente, lo consiguió. Si bien las autoridades de la ciudad prohibieron que
su nombre se volviera a mencionar para que el delincuente no consiguiera su
objetivo, su identidad pasó a la posteridad, pues el historiador griego
Teopompo lo menciona cuando describe lo ocurrido. De hecho, su nombre se hizo
tan popular que acabó dando lugar a varios términos, como el llamado “complejo
de Eróstrato” o el término “fama erostrática”, entre otros.
Dice
la leyenda que, al mismo tiempo que ardía el templo, nacía Alejandro Magno y que Artemisa estaba tan ocupada
velando por ese nacimiento que no pudo salvar su propio templo. El mismo
Alejandro se preocupó por su reconstrucción y se ofreció a pagar por ella,
aunque dicha reconstrucción no empezó hasta el mismo año de su muerte, en el
323 a. C. Este templo siguió el diseño del anterior, pero contaba con unas
dimensiones aún mayores. Tenía 137 de largo, 69 metros de ancho y 18 metros de
alto, con otras 127 columnas de esta última longitud soportando su estructura.
La reconstrucción de esta maravilla,
que es la que podemos considerar que fue el edificio propiamente dicho que
entró en esta peculiar lista, sobrevivió aproximadamente 600 años a su
construcción. Existen variados testimonios de su apariencia e, incluso, durante
la primera expansión del Cristianismo, diversos predicadores llegaron a Éfeso y
fijaron sus vistas en el templo como forma de apoyar sus prédicas. De hecho,
existía un testimonio apócrifo, que prácticamente se convirtió en una leyenda,
que decía que el apóstol Juan predicó en el templo de Éfeso, sacralizando el
lugar y provocando así que su altar explotara y el monumento se derrumbara.
Pero esto dista mucho de ser cierto y no fue hasta el año 268 d. C. que el
templo fue destruido durante un asalto de los godos a la ciudad de Éfeso.
Posteriormente, sus restos se diseminaron y se usaron para construir otros
edificios. El ejemplo más conocido es el de la Basílica de Santa Sofía, hoy
mezquita, construida con columnas de este gran templo.
Poco se conserva hoy de esta maravilla del mundo. Varias
expediciones arqueológicas llevadas a cabo durante la segunda mitad del siglo
XIX se dedicaron a recuperar su memoria. Los restos más importantes del templo
se conservan hoy en día en el British Museum de Londres, dado
que las mencionadas expediciones estuvieron lideradas y financiadas por
personas e instituciones británicas. Actualmente, en el sitio original donde se
erigió el templo no quedan demasiados restos pero, solo con los pequeños
fragmentos que nos quedan hoy en día, ya podemos imaginar la magnificencia de
este edificio que conquistó la imaginación de sus contemporáneos.
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